Por: Mary Tavares
Vivimos en un mundo de cambios constantes, donde el ritmo de la vida moderna dicta nuevas reglas sobre quiénes somos, qué queremos y, lo más importante, cuántos seremos en el futuro. La crisis demográfica global es el telón de fondo de un drama silencioso que se despliega en distintas partes del mundo. Entre la caída de las tasas de natalidad, el envejecimiento poblacional y los desequilibrios regionales, nos enfrentamos a una revolución social sin precedentes. El problema no es solo de estadísticas, sino de identidad. Porque si las sociedades son organismos vivos, ¿qué pasa cuando empiezan a envejecer más rápido de lo que se renuevan?
¿Estamos preparados para un mundo sin niños?
Las cifras son claras: en Japón, más del 28% de la población tiene más de 65 años. En Italia, la tasa de natalidad es tan baja que algunas ciudades literalmente regalan casas a quienes estén dispuestos a mudarse y formar una familia. Mientras tanto, en Corea del Sur, las parejas jóvenes evitan la maternidad como si fuera un mal negocio (que, considerando los costos de educación y vivienda, realmente lo es). Europa y Asia están en una carrera demográfica cuesta abajo, mientras que en África y el sur de Asia la población crece a un ritmo vertiginoso. Un mundo de extremos: unos con demasiados ancianos, otros con demasiados jóvenes y casi nadie en el medio.
¿Por qué hemos dejado de tener hijos?
Hubo un tiempo en que casarse y tener hijos era una línea de tiempo inevitable. Hoy, es un menú de opciones, y cada vez más personas eligen la alternativa sin bebés. En su mayoría, esto se da ya que el costo de vida se ha disparado, las expectativas laborales han cambiado y la idea de estabilidad se ha convertido en un mito. La maternidad ya no es un mandato social, sino una decisión calculada, y en una sociedad que premia la libertad y la flexibilidad, los hijos se perciben como un compromiso para toda la vida en un mundo donde cada vez menos cosas lo son. Durante los años, las mujeres han conquistado derechos y espacios que antes les estaban vedados, y con ello, la posibilidad de decidir si realmente quieren ser madres. Y cuando el reloj biológico compite con la posibilidad de viajar, crecer profesionalmente y disfrutar de la independencia, muchas simplemente no encuentran razones suficientes para elegir pañales sobre pasaportes.
¿Y si el problema es que vivimos demasiado?
La ironía de nuestra era es que hemos logrado vivir más que nunca, pero no hemos equilibrado el tablero con nuevas generaciones. Los avances médicos han extendido la vida, pero no han incentivado los nacimientos, creando una sociedad donde hay más jubilados que trabajadores. Los sistemas de pensiones, diseñados en una época en la que la población era mayoritariamente joven, ahora tambalean bajo el peso de generaciones que no dejan de crecer. Y mientras las empresas buscan formas de llenar vacantes, la falta de jóvenes en el mercado laboral amenaza con ralentizar la innovación, el consumo y, en última instancia, el crecimiento económico. La escasez de jóvenes impacta en todos los niveles: menos trabajadores significa menor productividad, menos consumo y un freno en la innovación. La creatividad y el emprendimiento, históricamente impulsados por las nuevas generaciones, corren el riesgo de volverse estáticos. Porque, si nadie toma la iniciativa, ¿cómo seguiremos avanzando?
¿Podemos revertir la tendencia?
Algunos gobiernos han lanzado incentivos financieros para fomentar la natalidad: subsidios, licencias extendidas y hasta pagos directos por cada nuevo hijo. Otros han optado por reforzar sus políticas migratorias, viendo en la inmigración una solución para equilibrar la balanza poblacional, pero el desafío es más profundo que simplemente ofrecer dinero. Tener hijos es una decisión cultural, económica y emocional. Y si las condiciones de vida no cambian, difícilmente los incentivos económicos serán suficientes para convencer a una generación que valora la estabilidad, la autonomía y la calidad de vida sobre la reproducción.
La crisis demográfica es una redefinición de quiénes somos y hacia dónde vamos como sociedad. No hay respuestas simples, pero hay preguntas urgentes. Si seguimos en esta trayectoria, ¿cómo será el mundo en 50 años? ¿Quién sostendrá la economía? ¿Quién innovará?
Quizás la verdadera pregunta no es por qué hemos dejado de tener hijos, sino si estamos preparados para las consecuencias de esa decisión. Porque, al final del día esto es el reflejo de nuestras elecciones colectivas.
Hola, mi nombre es Mary Tavares, y soy delegada de la primera generación 2024-(1/2) de Peruvian Leaders Delegation (PLD), la delegación de debate que forma líderes peruanos que cambian nuestro país desde el Modelo de Naciones Unidas. Debatí este tema en la Comisión de Población y Desarrollo (CPD) en la conferencia STMUN del colegio Santa Teresita. En PLD investigamos temas internacionales de gran relevancia y proponemos soluciones innovadoras para los retos globales. Durante esta experiencia, profundizamos en el impacto económico y social sobre el desbalance demográfico que hay globalmente, debatiendo con pasión y compromiso.