La depresión en adolescentes peruanos: una crisis de salud pública

Para los jóvenes, la adolescencia debería ser una etapa de crecimiento personal compuesta por el desarrollo social, mental y físico; sin embargo, en la actualidad el Perú atraviesa una serie de conflictos estructurales y sociales que afectan directamente la salud mental de los adolescentes, efectuando negativamente en bienestar social y físico por consiguiente. Esto debido a que se enfrentan a la realidad de un sistema con acceso limitado a servicios de salud, profundas desigualdades arraigadas en  la sociedad y altos niveles de violencia, tanto en el ámbito escolar como dentro de sus propios hogares, estas condiciones han contribuido gradualmente al incremento de los problemas de salud mental. 

Según el Instituto Nacional de Salud Mental “Honorio Delgado – Hideyo Noguchi”, durante la pandemia el 31,5 % de los adolescentes en Lima presentó síntomas de depresión, y los trastornos clínicos aumentaron hasta en un 50 % en jóvenes. A esto se suma que, sólo en los primeros meses de 2025, se han registrado más de 250 suicidios en el país, muchos de ellos en personas jóvenes entre los 15 y 34 años. Por esta razón, resulta crucial visibilizar la problemática que combaten los adolescentes generando conciencia sobre la importancia del cuidado de la salud mental y recurriendo a ayuda profesional si es necesario, de lo contrario, ¿cuántas vidas más deberán perderse antes de tomar en serio el sufrimiento emocional de nuestros jóvenes?"

Magnitud del problema

En el 2024, el alcance nacional evidenciado en las cifras de depresión, mostraron la cruda realidad del estado de la salud pública en el Perú, según el Ministerio de Salud (Minsa) atendieron 256. 563 casos de depresión; el 12,7 % correspondía a adolescentes, lo que implica más de 32. 500 jóvenes afectados. Asimismo, según el Endes 2022 del INEI, el 32,3 % de jóvenes de 15 a 29 años reportó algún problema emocional o mental en los últimos doce meses. De este grupo, el 23 % se sintió deprimido y un 5,6 % tuvo pensamientos de autolesión. Además, el número de atenciones en salud mental creció casi un 20 % entre 2021 y 2022, posicionando a la depresión como uno de los trastornos más frecuentes. 

Sin lugar a dudas, los datos presentados resultan sumamente alarmantes, ya que reflejan un evidente deterioro en la salud mental en el país. No se trata solo de episodios momentáneos de tristeza o aflicción, sino de de grandes números de casos en que adolescentes han requerido atención por cuadros de depresión. Por esta razón, bajo ninguna circunstancia, se debe normalizar o ver como algo cotidiano el hecho que un adolescente manifieste sentirse deprimido. De igual forma, es necesario reconocer los síntomas de esta enfermedad, la cual se manifiesta como un trastorno del estado de ánimo, caracterizado por una profunda tristeza y la pérdida de interés en actividades que antes les gustaba hacer.

Importancia de visibilizar la depresión adolescente

La adolescencia es una etapa de desarrollo, en la cual las personas comienzan a formar su propia identidad a través de la exploración y el autoconocimiento, por lo que este periodo se convierte en un pilar fundamental para formar la personalidad de un individuo. Al mismo tiempo, en esta etapa un joven define sus intereses, gustos y las maneras en que se relaciona en sus diversos entornos, aunque, a su vez este proceso determina intensos cambios físicos, emocionales y psicológicos. Los adolescentes tienden a volverse más vulnerables a influencias externas y presiones sociales, por lo que, se implican grandes desafíos emocionales, sociales y académicos que, si no se trabajan con pertinencia, pueden comprometer su bienestar integral. 

Uno de los principales retos que luchan los adolescentes es su salud mental, ya que la depresión es un trastorno que no provoca únicamente repercusiones negativas en la salud mental, sino que también dañan su autoestima, interfieren en su rendimiento académico y pueden llegar al punto extremo de suicidio. Según, La Organización Mundial de la Salud (OMS), el suicidio a nivel mundial es actualmente la cuarta causa de muerte entre jóvenes de 15 a 19 años a nivel mundial. Mientras, en el caso del Perú, las estadísticas son de igual de alarmantes, dado que uno de cada siete adolescentes entre los 10 y 19 años sufre algún trastorno mental, siendo la depresión el más común. 

En este contexto, los datos evidencian la gravedad de la crisis de salud mental que atraviesa el país, lo cual enfatiza en la importancia de visibilizar la lucha interna que muchos adolescentes enfrentan a diario. Por ello, es crucial normalizar la búsqueda de ayuda profesional para tratar los problemas emocionales, ya que los problemas emocionales no resueltos pueden repercutir en la vida de un ser humano hasta el punto de interrumpir las actividades más simples ante la fatiga constante. Asimismo, si no se aborda a tiempo, esta situación puede extenderse hasta la adultez, generando barreras en el desarrollo personal y social de los jóvenes.

Entre los síntomas más comunes de la depresión se encuentran el cansancio constante, los cambios en el sueño o en el apetito, la dificultad para concentrarse y esa sensación persistente de culpa o inutilidad que puede llegar a volverse agobiante. En los casos más graves, incluso pueden aparecer pensamientos frecuentes sobre la muerte o el deseo de desaparecer. Reconocer estas señales a tiempo —ya sea en uno mismo o en alguien cercano— puede marcar la diferencia. Hablar, pedir ayuda y no minimizar lo que se siente es el primer paso para enfrentar esta enfermedad, la cual nadie debe luchar solo. 

Avances significativos

Desde la promulgación de la Ley de Salud Mental en 2019, el Estado peruano ha logrado avances importantes en la expansión de servicios comunitarios enfocados en el bienestar psicológico. Además, los Centros de Salud Mental Comunitaria (CSMC) crecieron de 22 instalaciones en 2015 a 288 en 2024, con una meta de 506 para 2026. Además, ya son 1071 los establecimientos de salud que cuentan con al menos un psicólogo, y se proyecta alcanzar los 4 000. Sin embargo, a pesar de estas mejoras, persisten conflictos en cobertura, financiamiento y acceso equitativo, especialmente en zonas rurales.

En este sentido, se deben plantear estrategias clave como fortalecer el rol de las escuelas mediante la capacitación docente y tutorías con enfoque emocional, ampliar la atención comunitaria en regiones vulnerables, e impulsar campañas sostenidas que desestigmaticen la depresión. También es fundamental elevar la inversión pública y establecer mecanismos de monitoreo que permitan una respuesta basada en evidencia. La depresión adolescente en el Perú representa una crisis silenciosa que exige una intervención firme, articulada y constante por parte del Estado, priorizando el derecho de los jóvenes a una vida digna y emocionalmente saludable.

En definitiva, cuidar la salud mental de los adolescentes no es solo una responsabilidad institucional, sino un acto de justicia y humanidad. Escuchar, acompañar y brindar ayuda oportuna puede marcar la diferencia entre el dolor y la esperanza. Porque cada adolescente que recupera su bienestar emocional es una historia que renace y un futuro que vuelve a brillar.