Por: Sair Cervantes Rey
A lo largo de la historia, la política se ha mostrado como el arte de gobernar por el bien común y liderar a la población en un mundo donde todos quieren poder y hacen lo que sea para conseguirlo. Los líderes políticos tratan de ganarse a las personas detrás de sus discursos bien elaborados. Sin embargo, detrás de cada discurso, cada palabra, cada promesa de cambio y lucha por tener un mejor país, se esconden dos fuerzas tan humanas como el miedo y la ambición. Estas emociones intensas intervienen en cada decisión política. Miedo a perder, a la crítica, al caos, a la responsabilidad de liderar un país. Ambición por conquistar, prestigio, control. Ambas moldean al gobierno y lo impulsan a tomar acciones significativas.
¿Podríamos considerar al miedo y la ambición los propulsores de guerras y conflictos?
Afirmar que el miedo y la ambición son los mayores propulsores de guerras y conflictos es una realidad. El principio de un conflicto y la rivalidad entre países empieza desde el momento en que el gobierno toma una decisión, y ¿cuáles son los sentimientos que abrazan esa decisión? Sí, el miedo y la ambición. Esas emociones trabajan juntas en una decisión trascendental en la que, a partir del miedo y la ambición, actúan con la política: "atacar antes de ser atacados, conquistar para ganar poder, mostrarnos fuertes para no parecer débiles". La política en su peor expresión se mueve más por interés que por ética. No es casualidad que más del 93% de los países hayan estado involucrados en conflictos; esto nos deja claro que el miedo y la ambición sí impulsan guerras y que estos factores han moldeado al mundo.
¿Cómo la ambición impulsa a los líderes políticos a buscar y consolidar el poder?
La ambición política impulsa a los lideres a aspirar a cargo importantes. Investigaciones en liderazgo señalan que la personalidad de un dirigente suele incluir “su disposición a buscar el poder… así como su propia ambición personal en el sentido de obtener beneficios particulares”. La ambición en la política no es solo negativa ya que cuando se canaliza impulsa a innovaciones por una mejor faceta de su país.No obstante la ambición desmedida puede llegar a cegar a los lideres políticos ante sus limitaciones ática y institucionales.la ambición impulsa la búsqueda y consolidación del poder al ofrecer objetivos y energías al líder, pero también puede derivar en conflictos, violación de derechos y abuso de autoridad cuando queda sin freno, con la nación pagando el precio de la gloria personal.
¿Cómo el miedo actúa como herramienta de control político tanto en líderes como en masas?
En la política también se ha convertido en una herramienta vital. El miedo afecta a los propios políticos, ya que temen perder su poder; Aung San Suu Kyi dijo ‘el poder no corrompe, sino el miedo a perderlo’. Por lo tanto, muchos gobernantes adoptan la táctica para reforzar sus autoridades: recurren a la represión y la vigilancia para ser resueltos a la represión y la vigilancia, desde Stalin, quien padecía paranoias extremas. En segundo lugar, los sicarios políticos fomentan el miedo en la población para mantener todo bajo su control social. Recurren a amenazas reales o no realistas. Los autoritarios, como Mussolini, comprendieron que el miedo puede superar incluso a la esperanza. Al presentar enemigos constantes, estos líderes logran que la sociedad renuncie a sus libertades a cambio de una falsa sensación de seguridad.
¿Qué dinámica se crea entre ambición y miedo en el ejercicio del poder político?
La ambición y el miedo actúan como fuerzas complementarias en el poder político. La ambición impulsa a los líderes a conquistar espacios y transformar sistemas, mientras que el miedo —a perder el poder o enfrentar amenazas— los lleva a reforzar el control y la represión. Ambos sentimientos se retroalimentan: cuanto más avanza un líder ambicioso, más temor genera, y ese temor, a su vez, lo obliga a afianzar su poder. En etapas de consolidación, el miedo predomina y puede convertir la política en mera supervivencia, erosionando las instituciones democráticas. Así, la ambición sin límites y el miedo excesivo suelen degenerar en sistemas basados en el control y no en la confianza. Comprender esta dinámica es clave para identificar cuándo un sistema democrático corre peligro de derivar hacia la tiranía.
En conclusión, el miedo y la ambición son motores fundamentales del poder político, pero cuando no se controlan, pueden deformarlo gravemente. La ambición, necesaria para impulsar cambios y liderar, debe ser equilibrada por valores éticos y límites institucionales para no convertirse en ansia de dominación. El miedo, aunque puede servir como mecanismo de alerta, suele ser manipulado para justificar el autoritarismo y someter a las masas. Cuando líderes y sociedades permiten que estas fuerzas se desborden, el resultado es un poder basado en la represión, la desconfianza y la erosión de la libertad. Solo reconociendo y regulando estas dinámicas es posible construir sistemas políticos sanos, donde el liderazgo busque el bien común y no la supervivencia egoísta.
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